Durante cuatro generaciones, la familia Brueghel determinó la cara de la pintura de los siglos XVI y XVII. Aquí Brueghel deja hablar a la multitud, pero también tiene ojo para el paisaje. Las coloridas figuras en primer plano son todo oídos para Juan Bautista. Una referencia histórica atrevida, porque la predicación se parece mucho a un 'hagenpreek' (sermón al aire libre) prohibido protestante. El río atraviesa la pintura de forma torcida. La sombra de una montaña aparece en el horizonte. Este fondo típico bruegeliano da mucha profundidad a la composición. Sus cuadros fueron increíblemente populares y fueron copiados por sus hijos, entre otros. Esta es una copia que apenas se desvía del original que se guarda en Budapest.